Being Eddie: el documental de Netflix sobre Eddie Murphy
Más que un documental periodístico, Being Eddie parece un infomercial diseñado por una agencia de marketing para recordarle a la industria de Hollywood que su cliente sigue activo y acepta propuestas.
Después de ver el excelente trabajo que hizo Colin Hanks en John Candy: I Like Me, esta propuesta de Netflix resulta decepcionante y se suma a otras producciones olvidables que ofreció la plataforma de streaming, como Sly y Elvis Presley: The Searcher.
El problema no es Eddie Murphy, quien se muestra accesible ante las cámaras para tratar cualquier tema, sino la ausencia de un equipo periodístico que ayudara al director a desarrollar mejor el contenido.
La realización corrió por cuenta de Angus Wall, frecuente colaborador de David Fincher y reconocido editor de Hollywood.
Sin embargo, su experiencia en el montaje no lo convierte en el documentalista adecuado para un proyecto de este tipo, y se nota bastante en la calidad de las entrevistas.
Un repaso superficial de grandes éxitos

Que el perfil de Wikipedia de Eddie tenga más información jugosa que el material que brinda el film es un claro indicio de que faltó una producción periodística más sólida.
Los testimonios de Jerry Bruckheimer, Chris Rock, Dave Chappelle, Tracy Morgan y Arsenio Hall no aportan demasiado y se limitan a idolatrar al protagonista a un nivel desquiciado.
Por el contrario, Jerry Seinfeld ofrece los aportes más valiosos al explicar la enorme huella que dejó Murphy en el ambiente de los comediantes estadounidenses. Todas sus intervenciones son interesantes y, más allá del cariño evidente que le tiene a su colega, nunca caen en la obsecuencia.
El primer acto del film es el más sólido, donde se exploran los orígenes del actor y sus primeros pasos en el stand up.
Entre las revelaciones que comparte Murphy sobresale un posible trastorno obsesivo compulsivo que padeció en su infancia y varias anécdotas alocadas durante la enorme popularidad que tuvo en los años ’80.
La mejor de todas es la de Yul Brynner y una situación muy peculiar relacionada con la esposa del legendario actor.
La parte más decepcionante es el repaso mundano que presenta Angus Wall sobre la carrera cinematográfica de Murphy.
Llama la atención que nunca se le informa al público que varios de los filmes que recibieron críticas negativas o tuvieron malas performances en la taquilla hoy cuentan con estatus de culto.
Los casos más notables son Boomerang (1992) y Vampire in Brooklyn (1995), de Wes Craven, que recién fue valorada 30 años después de su estreno.
Tampoco se explora la relación conflictiva con Bill Cosby, que Seinfeld abordó con mayor profundidad en Comedians in Cars Getting Coffee.
Por eso destaco que el problema no es Murphy, quien se expresó sin tapujos sobre estas cuestiones, sino el enfoque periodístico que tuvo el documental.
El film no es malo y se deja ver si sos seguidor de Eddie; sin embargo, ante la jerarquía del artista, queda la impresión de que se podría haber desarrollado el contenido con más profundidad.
Es interesante más allá del contenido. Hubiese sido genial tener a David Spade, que estuvo años peleado por una pavada (aunque por parte de Murphy nada más fue)