Crónicas policiales

Herbert Mullin: El hippie asesino

TERCERA PARTE.

10 de febrero de 1973.

El parque estatal Henry Cowell Redwoods es uno de los lugares de turismo más visitados por los campistas en la región de Santa Cruz, California.

Los 1750 acres de extensión ofrecen una escenario fantástico para disfrutar de la naturaleza.

Eran cuatro hippies.

Brian Scott Card, David Oliker, Robert Spector, y Mark Dreibelbis. Un grupo de adolescentes que habían elegido ese lugar para fundar su propia comunidad.

Se habían quedado encantados con la belleza del parque y decidieron que era el lugar indicado para establecerse.

Aquel día un hombre joven apareció caminando entre los arboles y se dirigió a ellos.

Les dijo que estaban invadiendo propiedad del gobierno y debían retirarse.

Los chicos no se lo tomaron en serio y contestaron con bromas.

Herbert Mullin simplemente se quedó parado observándolos.

Realmente odiaba a los hippies. Ellos representaban lo que él había sido años atrás.  Su ideología y las drogas le habían arruinado la vida y la furia que les generaba era difícil de contener.

Mullin les preguntó si podía ejecutarlos y cada uno de los jóvenes asintió.

No hubo palabras, la conversación se desarrolló telepáticamente. Ellos lo habían consentido y él respondió.

Los chicos estaban sentados en grupo y no tuvieron ninguna chance. El hombre que se había quedado tildado mirándolos sacó un revolver y los ejecutó uno por uno.

Los últimos dos que vieron morir a sus amigos intentaron deseperadamente escapar pero era demasiado tarde. En cuestión de segundos todos los campistas estaban muertos.

Herbert tomó un rifle y 20 dólares que encontró en una de las carpa y se retiró.

Dos días después la policía encontró los restos de Mary Guilfoyle y una semana después los cuerpos de los campistas fueron hallados por el hermano de una de las víctimas.

Más cadáveres decapitados empezaron a aparecer en las rutas de Santa Cruz y los detectives  que seguían el caso no tenían ninguna pista concreta que pudiera dirigirlos hacia algún sospechoso.

Herbert William Mullin había nacido el 18 de abril de 1947.

A diferencia de otros asesinos seriales no tuvo una infancia traumática o difícil.

Su padre militar era una persona muy religiosa y estricta pero no era un hombre abusivo que maltratara a su hijos.

Herbert tuvo una vida normal hasta los 18 años.  En la escuela era un muy buen alumno y contaba con muchos amigos. Sus compañeros lo eligieron el último año del curso como la persona con más chances de triunfar en el futuro.

Su vida se desmoronó cuando su mejor amigo, Dean Richardson, perdió la vida en un accidente. A partir de ese momento construyó en sí mismo una armadura que de a poco lo fue alejando de sus afectos.

Durante este período acostumbraba a pasar muchas horas solo sin ningún tipo de contención y a fantasear con que la muerte de Dean había sido un sacrificio cósmico para salvar el mundo.

Empezó a obesionarse con la reencarnación y con el terremoto de San Francisco y la relación que tenía con su fecha de nacimiento.

En 1966 conoció a Jim Gianera, quien lo introdujo en el mundo de las drogas, algo que contribuyó a empeorar los problemas mentales que habían empezado a surgir.

Herbert se convirtió en un típico hippie de los años ´60, como mucho jóvenes de su edad que protestaban contra la Guerra de Vietnam y abogaba por la despenalización de la drogas.

Pero algo no estaba bien con él. Su comportamiento era cada vez más violento y extraño y poco tenía que ver con la filosofía del yoga que había estudiado.

Los alucinógenos le estaban arruinando su cerebro y con frecuencia empezó a enfocarse en la idea de viajar a Canadá para detener un terremoto. Su novia que en principio creía que el joven sólo alucinaba por los ácidos que consumía lo abandonó cuando Mullin le dijo que creía que era gay.

Poco después que le propuso a su hermana y su marido tener sexo con ellos, la familia de Herbert tomó cartas en el asunto y lo internaron en un hospital psquiátrico.

Sin embargo al poco tiempo salió del lugar y se encontró a la deriva por su cuenta.

Herbert era un peligro para la sociedad y para él mismo. Los psiquiatras que lo estudiaron luego llegaron a la conclusión que su enfermedad mental combinada con el uso de drogas fuertes generaron un cuadro de psicosis que derivó en los actos violentos sin sentido que cometió el asesino.

Cuando llegó el momento en que empezó a escuchar voces y mensajes telepáticos, que supuestamente le enviaba su padre alentándolo a matar para prevenir un terremoto, no había marcha atrás.

El 13 de febrero de 1973 se subió a su auto y empezó a recorrer las calles. En el camino le llamó la atención un hombre hispano que trabajaba en su jardín.

Fred Perez, de 72 años, vio pasar el vehículo por su casa.  El auto se detuvo en la mitad de la calle y giró hacia donde él se encontraba.

Herbert bajó del auto, caminó unos pasos y con un rifle le disparó directo al corazón. Luego de ver como el hombre caía muerto en el piso se subió al Chevy y siguió su viaje.

Concluye en el próximo post (15 hs).

4 comentarios en «Herbert Mullin: El hippie asesino»

  • Este tipo estaba totalmente loco. Fijense como se tarda en detener a un desquisiado precisamente por no tener un orden o un lineamiento en sus actos.
    Muy bueno el post Hugo!.

  • ¡Está desatado el loco! Creo que este es uno de los peores que has narrado.

    *Fijate que pusisten 1847, longevo el pibe eh! 😛

    Abrazo!!

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