Crónicas policiales

El asesino del tablero de ajedrez (II)

k«ATRAPARON AL MANÍACO DE BITSA».

Ese fue el titular que repitieron todos los medios rusos ni bien se dio a conocer que un travesti había sido arrestado en el parque Bitsa.

La noticia enseguida se difundió por televisión, radios, medios gráficos e internet.

Parecía que la pesadilla había terminado y columnistas de televisión que parecían tener más información que los policías comunicaban como expertos sus hipótesis basadas en especulaciones e información falsa.

En las oficinas de Andrei Suprunenko, el líder la unidad de élite de Crímenes Mayores, la situación era muy distinta.

Los medios no tardaron en dar por sentado que el travesti era el asesino pero los investigadores todavía no habían podido confirmarlo.

El hombre aseguraba que no era el maníaco de Bitsa y llevaba un martillo en su bolso por seguridad.

Tenía varias coartadas y podía probar con testigos donde había estado las últimas semanas.

A la brigada de homicidios les llevó 24 horas investigar en detalle al travesti y comprobar que decía la verdad.

Era inocente y no tenía nada que ver con los macabros asesinatos del parque. Por otra parte, el martillo que tenía en su bolso era distinto al que se había empleado en los crímenes.

El maníaco de Bitsa volvió a ser noticia cuando se supo que el hombre detenido era inocente y el verdadero psicópata todavía seguía suelto.

Su propia familia discutía el asunto frente al televisor sin saber que él era el gran protagonista.

Le resultaba muy difícil controlar sus emociones y no poder contarle a su hermana y su madre que él era el criminal más famoso de Rusia desde la aparición de Andrei Chikatilo, el carnicero de Rostov.

Su ídolo de la adolescencia que había sido su inspiración y al que iba a superar. Siempre y cuando los idiotas de la policía pudieran atraparlo. De otro modo, el mundo nunca llegaría a conocerlo.

Tenía que remediar esa situación.

Cuatro años atrás.

23 de febrero de 2002.

María Viricheva atravesaba el peor momento de su vida.

Se había separado de su novio y se encontraba embarazada. Sola y a punto de ser madre de su primer hijo su situación era desesperante. Necesitaba dinero y no sabía cómo iba  a lograr sobrevivir el próximo mes.

Una noche se encontraba en una terminal de micros cuando el dolor que sentía la superó y comenzó a llorar.

Un joven se acercó a ella para ver que le ocurría y la contuvo.

Su nombre era Alexander Pichushkin y se ofreció a ayudarla para que pudiera conseguir algo de dinero.

Le dijo que tenía unas viejas cámaras de fotos que estaba a punto de tirar y si las vendía podía conseguir unos billetes.

Antes que no tener nada para María esa era una posibilidad que se le presentaba y no podía desaprovechar.

El joven tenía buen aspecto y parecía un típico muchacho de clase media que se mostraba preocupado por su situación.

Le estaba ofreciendo ayuda y ella la aceptó.

Dos cosas enseguida le llamaron la atención a María.

Alexander le pedía que la acompañara al parque Bitsa donde tenía escondidas la cámaras. Un lugar extraño para guardar cámaras de fotos.

Cuando empezaron a recorrer el parque le llamó la atención que el hombre buscaba una alcantarilla.

Cuando la encontraron Pischusnkin abrió la compuerta y le pidió que tomara las cámaras.

María solo vio un pozo negro y en ese momento Alexander comenzó a golpearla. No le resultó difícil dominar a la joven que empujó por el conducto. Luego cerró la alcantarilla.

María cayó por el pozo y el agua que corría por debajo de la ciudad la arrastró por los conductos subterráneos.

El hijo que esperaba fue lo que la ayudó a conseguir fuerzas para encontrar una salida. Estaba atrapada y le llevó 20 horas salir de las alcantarillas.

La joven y su bebé sobrevivieron. Mientras se encontraba internada la policía tomó su denuncia. Ella describió a su agresor en detalle y los agentes tomaron su testimonio, el nombre y la dirección donde podrían encontrarlo.

Sin embargo había un problema. María Viricheva estaba indocumentada y era una residente ilegal de Moscú. Los policías no tenían ganas de seguir el caso, buscar al hombre y hacer informes.

Si seguían adelante con la investigación también tenían que reportar su situación ilegal.

María estaba acorralada y no pudo hacer nada más que dar gracias que estaba viva y guardar silencio.

La policía de Moscú desechó la denuncia y de esa manera el asesino serial siguió siendo invisible para ellos.

Pudieron haber salvado muchas vidas en ese momento pero un grupo de ineptos que no querían hacer su trabajo le facilitaron las cosas al psicópata.

Primavera de 2006.

crimeEl bastardo no les daba respiro.

Pese a tener 200 agentes recorriendo los parques los cuerpos seguían apareciendo y el asesino atacaba con total impunidad.

Poco después que dejaron en libertad al travestí se encontró el cadáver de Makmot Joldoshev, de 25 años de edad.

Esta vez no era un indigente sino el empleado de un supermercado. El perfil de la víctima había cambiado pero la manera brutal de atacarlos seguía siendo la misma.

El número de muertos llega a 12.

La presión de los medios aumenta sobre la policía y nadie puede entender que las autoridades no puedan dar con un criminal que ataca siempre en el mismo lugar.

El caso entonces da un giro inesperado.

Para desconcierto de los detectives el asesino ahora empieza a matar mujeres.

En abril de 2006 se encuentra el cadáver de Laryssa Kylygina con su cráneo destrozado. La mujer de 48 años también era empleada de un supermercado.

Dos meses después descubren los restos de Marina Moskalyova, de 36 años.

El cadáver presenta el cráneo golpeado y un ojo apuñalado con un palo. Sin embargo, esta vez aparece un detalle clave que cambiaría esta historia.

La primera pista con la que los detectives pueden hacer algo. Entre las vestimentas de Marina encuentran un billete de subterráneo.

De esa manera tienen un elemento para reconstruir las últimas horas de la mujer. Como en la mayoría de la ciudades importantes el circuito de cámara en las estaciones de trenes y subterráneos es bastante amplio.

Alguna cámara tuvo que detectar los movimientos de Marina. Es un trabajo que les va a llevar muchas horas pero es una pista fundamental.

Mientras varios equipos se dedican a revisar todas las cámaras disponibles surge otra ayuda inesperada.

El hijo de la mujer asesinada presenta datos claves. Su madre le había dicho que tenía una cita.

Antes de salir lo llamó para avisarle donde iba a estar ella ese día. Sin embargo como no lo pudo contactar le dejó un papel en el departamento con todos los datos.

En la hoja figuraba el nombre y dirección de Alexander Pichushkin.

CONCLUYE EN EL PRÓXIMO POST (HOY A LAS 15 HORAS).

 

 

 

 

 

3 comentarios en «El asesino del tablero de ajedrez (II)»

  • buenisimo! hoy a las tres leo el gran final.
    saludos!

  • Espero ansiosa el desenlace!

  • Excelente…
    Aguardo el final.
    Lo increible de todos estos asesinos, es que muchas veces, la policia pudo haber evitado su accionar si los hubieran investigado un poco.

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