Crónicas policiales

Allan Ginsberg: El mutilador de Sidney

William-MacDonald,-mugshotSidney, Australia.

Sábado 4 de junio de 1961.

Aunque no era la primera vez que mataba, esa noche comenzó  su cruzada de  crímenes violentos que aterrorizarían por unos cuantos meses a la comunidad australiana.

Alfred Reginald Greenfield era un linyera  de 42 años que acostumbraba a pasar horas sentado en un banco del parque Green, ubicado frente al hospital St. Vincent´s.

Aceptarle un trago de cerveza  a un hombre  que le hizo compañía y se presentó amigablemente como Allan Brennan fue el error más grande que cometió en su vida.

Era un empleado solitario que trabajaba en el correo y  había salido a tomar algo aquella noche.  En realidad se llamaba Allan  Ginsberg y había nacido 37 años atrás en Liverpool.

Tanto sus vecinos como sus compañeros en la oficina  desconocían que el hombre recién se había radicado en el país en 1955.

Allan  comenzó a darle charla a Alfred y le pidió que lo acompañara a las piletas públicas, ubicadas cerca de la bahía de Sidney,  donde Ginsberg le aseguró que podía conseguir más alcohol.

De noche ese lugar era pefecto para tomar una cerveza  sin molestias, ya que era una zona tranquila que en  la madrugada no solía haber actividad.

Cuando llegaron a los balnearios Ginsberg sacó otra botella de un bolso que llevaba y la terminaron.

Un rato después el linyera  se quedó dormido en el pasto de esa extensa zona de parques,  que en el verano sólia estar lleno de familias que disfrutaban de las piletas.

Ginsberg ya no perdió más tiempo y se dedicó a lo suyo.  Primero se puso un piloto impermeable,  luego tomó una cuchilla del bolso y a continuación comenzó a apuñalar el cuello de Alfred reiteradas veces.

Los ataques fueron tan violentos que el hombre nunca supo lo que le ocurrió.  Al dañar varias arterias del cuello, el lugar se convirtió de repente en un lago de sangre.

Después de descargar la furia que tenía contenida, le quitó los pantalones al hombre y le cortó el pene y los testículos.

Con otro corte separó los testículos, para luego arrojarlos en la bahía.  Limpió la cuchilla en el piloto,  la guardó en el bolso y se retiró a su casa.

Al día siguiente el crimen fue la noticia principal en todos los medios australianos.

En la historia de ese país hasta ese momento nunca se había registrado un crimen con tanto sadismo.

La ciudad de Sidney tampoco tenía grandes índices de delincuencia por lo que la noticia tuvo un gran impacto en la opinión pública.

En un principio,  la policía  catalogó al asesinato de Alfred Greenfield como un crimen pasional.  Para ellos se trataba de una mujer despechada.

Como no se encontraron huellas de un potencial sospechoso las autoridades de la ciudad ofrecieron una recompensa de  dos mil dólares para quien aportara información concreta sobre el homicidio.

La muerte del linyera en poco tiempo se convirtió en un crimen sin resolver.

El 21 de noviembre Allan Ginsberg compró en un comercio de artículos deportivos un cuchillo de caza.

Era el elemento que necesitaba para su hobby,  sólo que su presa no eran animales sino hombres desprevenidos.

Ernest Cobbin tenía 55 años la noche que conoció a Ginsberg caminando por una calle del este de Sidney.

Seducido por Allan, el hombre aceptó a tomar una cerveza en los baños públicos del parque Moore.

A las 5: 30 de la mañana del 22 de noviembre la policía recibió el aviso de que había una persona muerta en el baño del parque.

La escena que encontraron en el lugar no tenía precedentes para la policía australiana.

El baño estaba completamenta manchado de sangre por todas partes. La víctima había sido apuñalada 50 veces en el cuello,  el pecho y los brazos.

Los testículos y el pene una vez más habían sido cortados con la precisión de un cirujano.

No encontraron una sola pista que les pudiera ayudar a esclarecer el crimen. Ni armas ni huellas.

body-discovered,-victimCobbin era un hombre de familia casado con dos hijos y las investigaciones que se hicieron sobre su vida llevaron el caso a un punto muerto.

No habían encontrado ningún motivo por el que alguien quisiera dañarlo.

En Sidney había un psicópata suelto y no tenían la menor idea de cuándo volvería a matar nuevamente  y cómo lo iban a  detener.

A esa altura era claro que los homicidios no eran hechos aislados.

Toda la prensa se dedicó a este asunto.

«El Mutilador ataca otra vez» fue el título de los diarios al día siguiente.

En Australia no se hablaba de otra cosa que no fueran los escabrosos asesinatos.

Entre  esas personas se encontraba el empleado del correo Allan Breenan, quien también discutía indignado los hechos con sus compañeros de trabajo.

Sin embargo,  en la intimidad de su hogar el asesino vivía con  la constante paranoía de que sus compañeros lo descubrieran.

En el correo  a nadie se la había pasado por mente que Allan pudiera hacer una cosa así, pero  el psicópata se atormentaba constantemente con esos pensamientos.

La mutilación de los genitales era tan perfecta que la policía comenzó a investigar la vida de los distintos cirujanos de la ciudad.

Tambien trataron de conseguir información en los circuitos de bares que agrupaban homosexuales, pero no consiguieron ninguna pista.

El 31 de marzo de 1962,  el mutilador de Sidney guardó en su bolso un nuevo cuchillo junto con su impermeable y salió a recorrer las calles.

Era una noche lluviosa cuando el joven Frank McLean totalmente borracho se encontró con un amigable  señor que luego de darle un poco de charla lo invitó a tomar algo a uno de los bares de la zona.

Caminaron juntos hacia el área de Bourke Lane.  Como no había  gente en la calle por la tormenta Ginsberg no perdió tiempo y en plena vereda apuñaló a Frank.

El muchacho era alto y robusto y se cree que de no haber estado ebrio se habría podido defender mejor del asesino.

Ginsberg le clavó una puñalada en el cuello pero no lo pudo derribar. Aplicó otro ataque en la cara del hombre y  éste comenzó a pelear.

Allan lo golpeó con su puño en la cabeza y el joven finalmente cayó.  El psicopáta lo apuñaló nuevamente en el cuello, la cara y el pecho hasta que Mclean murió.

Luego le bajó los pantalones y le cortó los genitales que guardó en su bolso.

Hizo lo mismo con el arma y el piloto y no huyó del lugar sin antes borrar la huellas digitales de la cerveza que  minutos antes había compartido con la víctima.

Un matrimonio joven que pasaba por el lugar encontró el cadáver y en menos de media hora 30 detectives se encontraban en la escena del  crimen.

autopsy-showing-stab-woundsLa policía buscaba deseperadamente al asesino que una vez más se les escapaba de la manos.

Numerosas pistas falsas de personas que decían cualquier cosa para cobrar la recompensa encima complicaron  más la investigación.

Días después de su último crimen, el mutilador renunció a su trabajo en el correo y se puso un negocio como comerciante en los suburbios de Sidney con un dinero que tenía ahorrado.

Siguió utilizando el apellido  Breenan y en su local vendía sandwiches y golosinas. También se mudó a un departamento ubicado arriba del local.

Por un tiempo no se registraron noticias de nuevos asesinatos  y de un día para el otro también desapareció el señor Breenan.

El local permanecía cerrado y los clientes se empezaron a preocupar con el transcurso del tiempo.  Los vecinos  fueron los que llamaron a la policía cuando del departamento de Alan comenzó a salir un olor putrefacto.

Los agentes llegaron al lugar y al no obtener respuestas a los constantes llamados que hicieron derrivaron la puerta.

En el lugar hallaron el cadáver de un hombre en severo estado de descomposición.

La policía determinó que se trataba del cuerpo del señor Allan Breenan, quien había muerto electrocutado a raíz de un accidente doméstico.

Sin saberlo la policía había dado con el mutilador de Sidney, pero como nadie sospechaba del hombre la noticia nunca se hizo pública.

Los restos del comerciante fueron enterrados en el cementario Field of Mars y al funeral asistieron algunos compañeros de trabajo que habían conocido al criminal en el correo.

Entre ellos se encontraba John McCarthy. Días después del entierro el hombre quedó shockeado mientras caminaba por las calles de la ciudad.

Una persona se acercó a saludarlo. Era Allan Ginsberg, alias Allan Breenan, alias el Mutilador de Sidney.

El primer asesino serial en la historia de Australia se encontraba vivo y ni él tenía idea que la policía, sus amigos y vecinos lo daban por muerto.

Continuará…

18 comentarios en «Allan Ginsberg: El mutilador de Sidney»

  • Como siempre, agradecida por estos relatos. Me imagino el susto del compañero de Ginsberg cuando se acerco a saludarlo!
    Espero la continuacion, saludos!

  • Huuuuuu!!!!. Cuanto suspenso genero el final de la nota!. Buenisimo Hugo!. Felicitaciones! Te quedo genial!. Espero la continuacion de la seccion que mas me gusta de la pagina. Muy bueno!

  • Muy bueno Hugo! Cuánto hay que esperar para la continuación?! jeje

  • que bueno, extrañaba estas notas…

  • Excelente como siempre el informe. Espero la proxima actualizacion! El final deja el suspenso picando jeje

    Saludos!

  • Genial. espero con ansias la segunda parte.
    saludos

  • Muy buena la nota Hugo!.Realmente te felicito,es muy dificil contar una historia con tus palabras en tan pocos parrafos y encima generar un suspenso en el espectador.Se nota que sos periodista 😉 .Saludos
    PD:Chau McCarthy.

  • Muy buena nota Hugo, comparto el comentario de cuanto suspenso le metiste al final.
    me pasa algo muy loco con estos post tuyos Hugo sobre asesinos seriales, narras toda la historia de una forma tan entretenida que me voy imaginando todos los sucesos en mi cabeza como si se tratara de una pelicula y es una gran virtud que tenes…
    nunca pensaste en escribir novelas policiales o algo asi?
    conmigo y seguramente varios lectores de tu pagina tendrias asegurada las ventas jaja
    SALUDOS Y SUERTE

  • odio el cartel de continuara cuando llegas a la mejor parte de la historia.
    espero la conclucion con ansias.

  • Jajajaj el fiambre se levanta de entre los muertos!
    Che y los sángüichitos de qué estarían hechos? Otra que las empanadas de Sierra Chica eh!!

    Excelente la nota, quiero saber qué pasa con el no-muerto!!

    Besos
    a-

    PD: ¿por qué será que todos estos locos cortan pitulines eh?

  • Muchas gracias a todos por los comentarios!
    Mañana sale publicada la segunda parte.
    Luis, sí, estoy trabajando en una trilogía de novelas policiales.
    Es una historia que estará relacionada con asesinos seriales y muchachos de la Cossa Nostra.
    Van a estar inspiradas en hechos reales.
    En términos cinemátograficos digamos que estoy en preproducción , pero sí, aunque las tenga que publicar en una editorial chilena porque me la rechazaron todas la editoriales locales van a salir a la luz.
    Lo que quiero hacer no tiene nada que ver con el policial argentino que se publica por estos días y es un tema, pero bueno eso se verá después.
    Saludos!

  • uyy que buena noticia!! Yo quiero leer esa novela cuando este terminada!! Ojala encuentres editorial hugo!!
    Me quede intrigado por como sigue la historia de este asesino serial asi que mañana nuevamente al blog para ver que sucede!! 🙂

  • en wikipedia sale un tipo que tiene el mismo nombre que este pero es poeta…

  • Ja Ja! Es cierto pero no tienen nada que ver.
    Pobre Allan, que es un ícono de la generación beatnik, no le vamos a cargar lo muertos de este loco.

  • Que bueno Hugo lo que me comentas, espero tengas mucha suerte te deseo lo mejor para estos proyectos y espero que tengamos noticias pronto sobre ellos…
    saludos

  • Lo que pasa que las editoriales locales apuestan a lo seguro en la mayoria. No se arriesgan en nada. Lo digo por experiencia propia. En este pais hay que rebuscarsela para publicar algo.

    Saludos de nuevo!!

  • Muuuuuuuuy bueeeeeeeno! Somos todos unos morbosos!!!!! jajjaja ahí en un rato leo la segunda parte!!!
    De todas formas, tremendo como termina esta primera parte!!! Suspenso a pleno! También coincido con gente que posteo antes, es mi parte favorita de tu blog! =P

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